05 mayo, 2012

Cacería digital



La tecnología llega para simplificarnos la vida. Desde varios ámbitos, esta nos provee de artilugios especializados que terminan por facilitarnos la rutina. La compañía de una lavadora nos exime del esfuerzo por jabonar y fregar premiosamente la ropa; el microondas recorta la ansiedad por hincarle el diente a la comida tibia; el control remoto descalabra los límites de la ociosidad, al permitirnos operar el televisor sin tener que caminar a él. Partidarios y detractores tiene (en sus muchas facetas), pero la tecnología es ingrediente de la vida y no queda más remedio que acostumbrarse a ella, aunque siempre dosificando con responsabilidad su consumo. 


Cuando se insinuó la extinción del libro físico, allá en los albores del nuevo siglo, más de uno sonrió con incredulidad, cual si escuchase a un loco relatando una abducción. Parecía un fabulación distópica. Sin embargo, los años siguieron sorbiendo de la vida del libro físico, y pronto el mundo editorial abrió los ojos a un fantasma que emergía de esta misma revolución tecnológica. La creación de e-reader supuso una estocada hiriente para el libro como hasta entonces lo concebíamos.


Hablar de extinción es hiperbolizar la realidad. El libro físico nunca perecerá, ya que las generaciones que crecieron con este instrumento de vida, legarán su visión romántica de la lectura a sus hijos, y los hijos de sus hijos. Así se creará, acaso, una tradición anacrónica que tendrá en las bibliotecas una trinchera imbatible. Me uniría, sin dudarlo, a esta facción, pues pienso que la relación entre el libro y el lector se da de manera palpable, en la forma orgánica de expresión del libro mismo: las páginas que lo componen. 


No obstante, la tecnología nos acecha. Y es preciso sacar provecho de sus herramientas. No repruebo ni repelo el uso de los e-readers (lector de libros digitales), es más, me siento tentado a usarlo en el futuro para lecturas voluminosas. 
Cuando el e-book surgió como una alternativa, para lectura en pantalla, sentí cierto rechazo, pues entrañaba vivir pegado al ordenador. Un verdadero martirio para los ojos. Sin embargo, la aparición del e-reader nos brinda una opción saludable, efectiva y muy cómoda para acceder a la lectura. No maltrata la visión, es muy interactivo (viaja por el libro con la libertad de un ave en el cielo) y se puede transportar en el bolsillo, sin que estorbe. 


El e-reader. Pronto, el Portador iniciará una colección para los lectores digitales. Si quieres probar el e-reader, ¿qué mejor bocado que la Saga Portador?  
                 

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