05 abril, 2012

Habilidades bajo examen



Saintus eleva la vista y emprende el febril ascenso por la garganta entre las rocas. Aferra en su mano el reloj dorado que Mirón arrojó como medio de prueba. El portador cree que eso fue todo, que superó la evaluación con tan solo interceptar el objeto mientras caía. Sin embargo, a medio camino lo acosa el incesante despeñamiento de piedras, tan grandes como un puño, lanzadas con descomunal fuerza (p.122-123).


Saintus debía suponer que ninguna prueba, en ese contexto, podía ser tan simple.

Todo supervisor del Koven está obligado a graduar las cualidades del portador a su custodia, unos días después de que este se inicie en el uso del Don. Una vez investido como Portador (luego de calzarse el anillo por primera vez), el humano elegido debe entrenarse en sus facultades ectoplasmáticas, bajo el riguroso consejo de su receptor. Este adiestramiento no demanda mucho tiempo, cuatro noches cuanto mucho. Sin romper la fusión con su receptor (calzando el fottus), el portador ejecutará maniobras de vuelo y procurará cambiar estados fantasmales hasta el cansancio.


A mediano o largo plazo todo portador se adapta a sus nuevas habilidades (invisibilidad, inmaterialidad y levitación), por tanto la evaluación que realiza el supervisor no pretende marginar a los portadores por sus deficiencias de principiante. Ningún portador es depuesto de su función por fallar en la prueba. Recordemos que todo portador es seleccionado por una razón singular, no son humanos corrientes. La evaluación tiene como único propósito observarlos en acción. Los métodos están concebidos para exteriorizar la intuición del portador.


La prueba está orientada a tres secuencias: evasión, coordinación y velocidad. El supervisor debe forzar al novato a eludir ágilmente obstáculos, hasta que sus reflejos sean sobrehumanos. También deberá conducirlo a circunstancias que precisen un intercambio constante de estados fantasmales (materialidad-inmaterialidad y visibilidad-invisibilidad). Finalmente, y acaso lo más llevadero del menú, es darle consciencia de su propia capacidad de aceleración en vuelo. Todo portador puede alcanzar velocidades asombrosas, pero deben conocer el iriufus lunar.


Mirón empieza desafiando la velocidad de Saintus. No fue tan arduo como cabría pensar, pues el reloj en caída libre no podía competir con el vuelo de un portador. A determinada profundidad, el novato tenía que alternar estados (materialidad por inmaterialidad), debido a lo angosto del pasaje y a la insuficiencia de oxígeno. Luego, evidenciando su rapidez mental, volver a la materialidad para adueñarse del reloj. Finalmente, Mirón exacerbó los dotes de Saintus, fabricándole una lluvia de piedras que este intentó capear tornándose inmaterial. Tras perder el reloj, el novato decidió enfrentar el despeñamiento, viajando entre las piedras.


La evaluación de habilidades debe controlar tres aspectos: evasión, coordinación y velocidad. Saintus mostró aptitudes en cada uno de ellos, así que pasó la prueba. Eludió, coordinó y barrió al aire con rapidez. Fue un buen augurio. ¿Qué métodos habrá empleado Mirón para evaluar al resto del portadores de Costa del Este? Ya los sabremos.


Por ahora basta enterarnos de que Saintus tiene madera para ser un gran Portador.

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